Nouvelles fantastiques - section euro espagnol

par Olivier Scarniere

Nos élèves d’euro espagnol et de bachibac ont participé au concours de la nouvelle fantastique en espagnol de l’Académie de Versailles.
Toutes nos félicitations à nos deux élèves de section euro espagnol de terminale, Inaya et Loane, qui ont remporté trois prix sur quatre dans la catégorie "euro", avec leur nouvelle "Una lectura peligrosa" : meilleur style littéraire, meilleur élément fantastique et coup de coeur du jury. Félicitations également à Molly Rose, 1ère bachi, qui a remporté le prix du meilleur dénouement dans la catégorie "bachibac" avec sa nouvelle "El reloj".

Una lectura peligrosa

El sonido del libro, cuando cayó al suelo, provocó un estruendo. Ante las miradas de los transeúntes, que observaban a la joven con aire inquisidor, Lena recogió su manual de español, en el que estaba la consigna del ejercicio que debía entregar para la semana siguiente.
Mientras regresaba a casa, se preguntaba cómo respondería al trabajo que le pidió la profesora :
« Haga un relato en el que evoque la historia memorable de una persona que vivió durante la guerra civil española ». No es que a la joven no le interesara la historia española, pero sabía, con gran pesar, que, para poder realizarlo correctamente, iba a tener que hacer una investigación y, por tanto, leer.
La lectura. El enemigo al que Lena se tenía que enfrentar constantemente cuando iba a clase, cuando hacía los deberes o, incluso, cuando tenía que leer la lista de la compra que le daba su madre.
Siempre había odiado leer, y el hecho de tener que abrir un libro le provocaba escalofríos.
Cuando llegó a la entrada de su casa, sintió el olor de los mantecados que su abuela hacía tan bien. Era de origen español y siempre intentaba que sus hijos y nietos disfrutaran la riqueza cultural que había heredado y de la que se sentía muy orgullosa. Lena tenía una relación especial con ella.
Le gustaba su sencillez y su optimismo. Podía hacer cualquier cosa para complacerla. Así que, fue a verla y se percató de que tenía un paquete en la mano. Su abuela la saludó y se lo entregó con un entusiasmo evidente. Pero, cuando lo abrió, la impaciencia dio paso al miedo. Dentro había un libro, para mayor desgracia de Lena. A pesar de eso, le dio las gracias y corrió a su habitación para guardarlo en el fondo de un cajón. Se apresuró a encender el ordenador y comenzó una serie de juegos en línea.
Sin embargo, a medida que pasaban las horas, sentía un interés cada vez mayor por ese objeto escondido. Después de todo, si su abuela favorita se lo había ofrecido, era porque debía ser interesante. Entonces, decidió abrir el libro. Lo que descubrió fue toda una sorpresa. ¡Era el diario de su abuela, de cuando ella era joven ! Se sintió inmediatamente conmovida por ese regalo tan simbólico y comenzó a hojearlo.
Pero, en cuanto empezó a leerlo, se le empezaron a cerrar los párpados y le invadió una extraña sensación. Abrió los ojos con dificultad y vio que se encontraba en una ciudad totalmente desconocida. Había gente vestida de manera extraña que corría por todas partes, pero no fue eso lo que más le horrorizó. Estaba en un ático y, desde allí, vio todas las viviendas en llamas. En el suelo, yacían personas inconscientes.
Otro detalle también le intrigó. Había decenas de aviones que volaban sobre su cabeza. Horrorizada por ese paisaje desastroso y marcado por tanta violencia, se preguntó dónde estaría y cuál sería la causa de todo ese caos. Mientras caminaba en busca de un refugio, se le acercó un joven que le aconsejó que huyera lo más lejos posible. Entonces, le entró pánico y le preguntó por qué y en qué ciudad estaba.
El joven la miró y solo consiguió articular unas pocas palabras : « Franco, nacionalistas, nazis, bombardeo, Guernica ». Las dos últimas palabras le recordaron vagos recuerdos y, mientras rebuscaba en su memoria, recordó de qué se trataba y se tapó la boca con la mano.
¡El bombardeo de Guernica ! Era el veintiséis de abril de 1937. La guerra civil española.
Franco. Estaba dentro del cuaderno de su abuela. No podía creer lo que veía, por lo que se pellizcó para asegurarse de que no estaba soñando. ¡Estaba en plena guerra civil ! Se quedó aturdida unos segundos, durante los cuales sintió un montón de cenizas sobre ella. El joven consiguió susurrarle unas palabras entrecortadas, por la falta de aliento.
Que había que irse, huir, esconderse. Lo siguió hasta un edificio medio derruido y se agachó a su lado. Estaba tan cerca y aterrorizada que podía sentir su aliento en el cuello. Para intentar relajar el ambiente, le preguntó su nombre. « José », le respondió. « ¡Mira por dónde !
¡Me suena mucho ese nombre ! », dijo ella. Él le devolvió la pregunta, a lo que Lena también respondió con su nombre. Unos minutos después, se dio cuenta de la violencia y el terror que habían tenido que vivir los españoles durante la guerra civil, y se sintió más avergonzada que nunca por no haberse interesado más por la historia tan significativa y conmovedora de su abuela. Como estaba inmersa en sus pensamientos, apenas tuvo tiempo de ver el proyectil que se estrelló muy cerca del edificio que estaba en ruinas. Presa del pánico, comenzó a correr tan rápido como podía, así como el joven.
José le dijo : Ven, conozco a un tendero, Marco, al que considero como mi padre. No está lejos de aquí, podremos refugiarnos con él ». Lena asintió y lo siguió, totalmente asustada. Mientras corrían, le preguntó : « No serás nacionalista, ¿verdad ? ».
Le respondió, con firmeza, que estaba orgulloso de ser republicano, y que lucharía tanto como le fuera posible para preservar sus derechos y no dejarse abatir por la dictadura. Entonces, Lena se dio cuenta de que su vida no tenía sentido, de que no tenía un verdadero objetivo ni una verdadera causa por la que luchar, y se prometió que, si lograba regresar a casa sana y salva, -lo que era poco probable- se interesaría más por la lectura y la historia tan especial de esa guerra. Por fin, llegaron a la tienda después de una tumultuosa carrera.
El dueño fue a su encuentro. Abrazó a José y le dijo : « ve a esconderte en el sótano con tu amiga. Allí estaréis a salvo ». Lena siguió a su nuevo amigo más tranquila y pensó que, tal vez, podrían salir adelante. Una vez allí, Lena percibió un olor a hollín y polvo que le provocó náuseas. Se agachó con su amigo, y comenzó a relajarse y a pensar en su familia, a la que echaba de menos. Deseaba que todo aquello no fuera más que una pesadilla y pensó que, en cuanto volviera a casa, se apresuraría a contárselo a su abuela.
Estaba tan inmersa en sus pensamientos que no oyó al hombre que se dirigía hacia ellos y que les agarró del brazo con violencia. Permaneció inmóvil y miró al tendero, al que se le saltaron las lágrimas, mientras repetía « lo siento ». Vio a un oficial vestido de verde, con una pequeña bandera de España en su uniforme. Cuando Lena comprendió lo que pasaba, ya era demasiado tarde.

De repente, una violenta detonación rompió el silencio e hizo que Lena se sobresaltara. Su abuela acababa de cerrar el cuaderno y la miraba sonriendo. Le preguntó con entusiasmo : « ¿Te ha gustado la historia de tu abuelo José ? ». La abrazó y le dijo : « ¡Oh, sí ! ¡Si tú supieras ! ». Y pensó que, a fin de cuentas, el ejercicio de español no sería tan complicado como se lo había imaginado.

El reloj

Como todas las mañanas, antes de ir al oficina, pongo mi camiseta, tomo mi abrigo, cojo mi bolsa, me pongo los zapatos y ato mi reloj a mi muñeca. Nunca olvidaré mi reloj. Nunca. Como todas las mañanas, se queda, fiel, en mi muñeca. Mi reloj es único, es como mi hijo. Lleva una inscripción en el borde dorado : Para Leonor. Fue el regalo más precioso que me hizo mi padre.

Esta mañana, como todas las mañanas, salí de mi apartamento para ir a la boca de metro, dos calles más lejos. Me quedaban solamente tres minutos antes de que pasara el metro. Pasé delante de una relojería y me paré en seco para ver los relojes en las vitrinas de la tienda. Me incliné para observar todos los segunderos de los relojes moverse en ritmo y de la misma manera, repitiendo la misma marcha circular cada minuto. Me encantaba observar esa rutina minuciosa en la relojería de mi padre. Pero mi reloj no es así. Mi reloj es único y sus manecillas dan vuelta en el sentido contrario al de las manecillas del reloj normal.

Entré en la estación de metro y pagué mi billete. Después de esperar unos minutos en el andén, vi el metro salir del túnel y pararse delante de mí. Me subí en el último vagón y el metro empezó su largo trayecto en un ruido de metal insoportable. Dos estaciones más lejos, una mujer se subió en el mismo tren que yo. Me dijo algo pero no pude decir qué porque no pude ver su cara. Las puertas del metro se cerraron y la mujer cogió la barra del metro que estaba arriba de ella. La manga de su abrigo bajó un poco de manera que pude ver su mano en su totalidad. En su muñeca estaba atado un reloj verde.

Verifiqué que mi reloj estaba en mi muñeca y me tranquilizó porque sí estaba. Observé de nuevo el reloj de la mujer acercándome y vi la segundera correr en círculos regulares, en el sentido contrario al de las manecillas de reloj. Sentí pánico porque mi padre me aseguró que mi reloj era único y ningún otro daba vuelta en sentido contrario al de las manecillas de reloj. Así, mi reloj no era único. Otro detalle llamó mi atención. Algo estaba grabado en el borde del reloj. Me acerqué de nuevo a la mujer para leer la inscripción y me paré de estupefacción. Estaba escrito : Para Leonor.

La mujer se dio la vuelta, y me pasmé. Cuando su mirada su puso en mi cara, ella también comprendió. Éramos la misma persona. El metro se paró en la estación siguiente y ella bajó del tren a toda velocidad. Extrayéndome de la multitud de pasajeros encarcelada en el metro, me lancé en una carrera de persecución con mi doble que ya tenía una ventaja de distancia. La seguí algún tiempo en las tripas tortuosas de la estación de metro. La vi arriba de las escaleras y redoblé mis esfuerzos para alcanzarla. Al llegar arriba de los escalones, la vi girar en la esquina y me puse de nuevo a correr. En el rincón giré en seco, me tropecé contra algo muy duro y me caí al suelo.

Cuando recuperé el sentido, la vi, delante de mi desplegada en el suelo. Mi doble se enderezó para mirarme y se levantó cuando me levanté. Tenía exactamente las mismas emociones que yo y me di cuenta de que estaba mirándome en un espejo con grafitis alrededor. No estaba mi doble en la estación. Era seguramente una ilusión de mi mente. Debía salir de la estación si no quería que los otros viajeros me miraran como una loca. Me incliné para recuperar mi bolsa en el suelo y vi, al lado, una cosa brillar, reflejando la luz de neón de la estación. Cogí el objeto para verlo más cerca. Era el reloj de mi doble. Un reloj verde que tenía manecillas que daban vuelta en sentido contrario al de las manecillas de un reloj normal y que llevaba una inscripción grabada en el borde dorado : Para Leonor.